El Comisario
Evaristo Meneses
Allá por 1970, lo conocí al Pardo Meneses como le decían los
hampones.
Una o dos veces por semana aterrizaba en el boliche donde
nos juntábamos con la barra, para hablar de minas, carreras, fútbol y jugábamos
al billar y al tute cabrero.
Caía de madrugada, tipo dos de la matina y se ubicaba en una
punta de la barra del Landon Grill, en la esquina de Avenida del Trabajo y
Varela, pleno Bajo Flores.
Si algún perejil estaba sentado en el lugar, apenas entraba
el comisario, se levantaba y le dejaba su lugar favorito.
Era una esquina del salón, un rincón de dos metros entre el
mostrador y la entrada al baño.
De allí se divisaba todo el espejaime con vista directa a la
puerta de entrada que estaba en la ochava.
Era su lugar preferido, puesto que era seguro y sobre la
espalda estaba la pared que lo cobijaba.
Se quedaba horas mirando como jugábamos al billar y en
esporádicas ocasiones se prendía en alguna partida de tute cabrero.
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Llevaba la matraca calibre 45 en la cintura y al sentarse en
la barra, la ponía sobre el mostrador de la misma, tapada con el diario.
Si se venía a jugar a las cartas la metía debajo del muslo.
Casi siempre tomaba lo mismo, leche tibia azucarada en un vaso largo y
angosto que le llamaban “potrillo”.
Algunas veces pedía un cacho de pan tostado acompañado de
queso fresco.
Tenía físico robusto y empilchaba de prima, trajes oscuros
negros o grises y por ahí se floreaba con algún marrón o beige, que hacían
juego con camisas blancas o celestes y corbata finita al tono.
Siempre andaba con sombrero tipo los que lucía Frank Sinatra
en las películas de los años 50 o 60.
Los ojos entrecerrados eran de color celeste oscuro y tenía
una voz firme, enérgica y aunque hablaba poco porque era retraído, su tono era
cálido si entraba en confianza.
Una vez jugando al cabrero, don Evaristo renunció al juego y
el castigo eran dos porotos para la “cocina”.
Lo pescamos en el aire y con una media sonrisa pícara
expresó :
“ Si renunció Juárez Celman...” y con su mano grande
enganchó los dos porotos de penitencia.
Su piel era medio oscura con algunos hoyitos como de
picadura de viruela, cabello renegrido que poco se dejaba ver por debajo del
sombrero.
Ya había pasado la barrera de los 50 años y estaba jubilado
de la Federal.
Tenía un amigo de fierro que era florista frente al
cementerio de Flores, se llamaba Rafael, aparte de vecino y admirador suyo, era
un habitué del boliche.
Rafael nos contaba, nunca en su presencia, las aventuras del
comisario de la Federal, cuando era titular de
Otro amigo, el gallego Fernández, era el almacenero del
barrio que tenía su negocio a la vuelta de la casa de Don Evaristo, por
Entre los dos, nos pintaban a la barra, como era la
personalidad del policía mas respetado de Buenos Aires, durante varias décadas.
Con Rafael tenía mas confianza y era el único que entraba a
su casa, pues le oficiaba de jardinero, electricista, carpintero, plomero y
pintor.
Meneses vivía solo con la excepción de un perro al que
idolatraba.
Muchas veces le conducía el auto: un Fiat 1500.
Meneses durante los años cincuenta y parte de los sesenta,
tuvo éxitos resonantes en los procedimientos contra los delincuentes.
El hampa de aquellos tiempos, lo odiaba a muerte pero le
tenían pánico y un profundo respeto.
No usaba la “matraca” calibre 45 , salvo contadas ocasiones
y quién se le resistía era “boleteado”.
Tenía un parecido al Gral. Perón en el aspecto físico, pero
era incorruptible.
No transaba con nadie, fueran políticos o influyentes del
poder.
Para él había dos bandos: Buenos y Malos.
A estos últimos no les daba tregua, y si no... que lo
cuenten los facinerosos de esa época como el Loco Hidalgo, el Nene Villarino(el
rey de las fugas), el Loco Prieto, Aranguis, el Bebé Guido, el Turco Charlatán
y otros.
Según Rafael, que era como su biógrafo, siempre decía:
“No los maten, los muertos no hablan”... refiriéndose a los
delincuentes.
“Los bogas tienen un fichero de malandras mas completo que
el de la Policía”.
“Yo no soy picanero, mi única picana es un lápiz y los
asusto haciéndosle cosquillas”.
“Si alguien me falta el respeto, solo uso las manos“.
“La mejor hora para cazar... es la noche“.
“La carrera del policía de acción como yo... es ingrata,
tenemos que abandonar el estudio
para estar la mayor
parte de las horas en la calle, y los otros policías te aventajan,
además te jugás el
cuero en cada entrevero”.
“El policía debe conocer los códigos y la Psicología del
Hampa”.
“Los chorros al llegar a viejos se hacen cuenteros,
levantadores de juego o venden ravioles”
Contaba el “gallego” Fernández, que varios años atrás,
Rafael le hacía propaganda pintando las paredes exteriores del cementerio de
Flores con la leyenda :
“Meneses a la Jefatura de Policía“
Cuando se enteró, “El Pardo” lo mandó a limpiar todas las
paredes o lo metía en cana.
No llegó a jefe de la Federal por no arreglar con los
políticos de turno.
El pueblo lo amaba y lo respetaba.
En el Bajo Flores, cuna de un malevaje bravo y sombrío,
barrio de Meneses...no había un solo delito, el comisario se las tenía jurada :
limpitos en mi patio.
Luego lo pasaron a disponibilidad y se le acabó la estrella.
Cuando lo conocí trabajaba despuntando el vicio en una
oficina de peritajes de seguros, que era de dos oficiales, también retirados de
la Federal.
Yo andaba por los veinte pirulos y estudiaba Farmacia en la
Facultad de BsAs.
Como joven imprudente y cascarudo me animé a preguntarle:
- Disculpe Comisario... ¿Toma leche tibia en el bar porque
tiene problemas gástricos,
quizás una úlcera?
El mirándome de reojo atinó a decir : ¿Es Ud. Médico?
- Nooo...le contesté. Estoy estudiando Farmacia...
Se largó a reír y me respondió: - Vea mocoso... tomo leche
porque se me encanta, pero para que se quede tranquilo... la leche contrarresta
los dos atados de fasos que fumo por día.
Faseaba cigarrillos negros: Particulares sin filtro que
venían en una etiqueta de color verde oscuro.
Parafraseando a Homero Manzi: “No habrá ninguno igual, ... no
habrá ninguno”.
Me animo a decir que si hoy se levantara de su tumba y viera
lo que es la Policía, su amor de toda la vida, si no se vuelve a morir de un
infarto por la impresión, en una semana se aposta en ese gallinero de Moreno y
Virrey Cevallos y con la “matraca” calibre 45 en la cintura, lo limpia de cabo
a rabo.
¡¡¡Fetén, fetén!!!
Y como Uds. ya saben... Así se escribe la historia.
© Pucho de la Yeca. 2004