Al otro lado del cristal el sol se
pone;
en mi cuarto las sombras se desdoblan
y ocupan sus rincones sin violencia.
Se desgrana algún fado en mis
oidos
y un deje de tristeza se apodera
de mi alma encadenada a tu recuerdo.
Tu ausencia es mi prisión, el sol
se puso,
tu voz me dijo adiós, hasta mañana,
y una dulce nostalgia fue creciendo
hasta llenar mi corazón enamorado.
Dulce nostalgia del amor lejano
que prende relicarios en mi pecho
y ensancha el horizonte de mis ojos
hacia un fuego voraz en el que quiero hundirme,
hacia un mar con tu nombre que me llama,
hacia una llama amor que me reclama
y un torbellino azul que me estremece
dejándome en los labios el aroma
del dulce nombre que mi boca invoca.
Cayó la noche y el eco de tu
ausencia
se esparce por las habitaciones;
otro eco,
el de tu dulce voz aprisionada,
persiste en mi memoria y te rescata
trayéndote a mi lado en esta hora
en que la noche dicta sus razones.
Tu recuerdo se alzó sobre las
negras
tinieblas del olvido y la distancia.
Cayó la noche pero estás conmigo.
Y en mi oido, tu voz enamorada.
Sergio Borao Llop © 2002