Yace su esqueleto en el supulcro

 

Yace su esqueleto en el sepulcro

no queda grasa ni piel que lo cubra.

La savia no corre por sus venas.

El motor no bombea ya la fuerza.

El sol se apagó junto con sus ojos,

y las nubes en mar de tempestades se transformó esa tarde.

Su esencia quedará en el aire en la tierra.

Su espíritu será voz que te abrace con el viento.

Su alma vagará por vibrantes escalones...

.... pasará siglos de delirio

jugará por sublimes toboganes

que brillarán sus colores después de la tormenta.

Yace su esqueleto en el sepulcro

entrelazadas sus falanges

que sujetan la flor ya marchita y seca.

Su mandíbula entreabierta deja imaginar

las palabras de ilusión, sueños y tristezas

de la guerra combatida hasta su último día.

 

María Gabriela Abeal © 2005

 

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