Un aquelarre y varios monstruos

 

Sabbath

 

Atraviesa los poros el ungüento

narcótico de la bruja tendida

y llega al prado en cueros y salida,

sobre fálica escoba en movimiento.

Un numeroso cónclave pagano

se junta, comenzando la apertura

a la parte más honda y más oscura

del pantanoso ser del ser humano.

Lujurias sin amor ni parentesco

se ofrecen a la luna complaciente,

que con esperma y sangre crece y crece.

El Gran Cabrón, al cabo, se aparece,

rey de azufre, y bendice horriblemente

el carnaval diabólico y grotesco.

 

 

Erszebèt Bathory

 

El cuerpo no tan joven deseable

se baña en roja vida de doncella,

que en la cámara superior degüella

un esclavo de diligente sable.

Se derrama abundante sangre espesa

por bocas menos bellas que las bocas,

para nutrir las esperanzas locas

de juventud de la infernal condesa.

En vano quieres aplazar tu hora

con sangre de muchachas inocentes:

más atención la muerte te dedica

cada vez que el verdugo sacrifica

a tus sueños de juventud dementes

una niña gentil y reidora.

 

 

Aleister Crowley

 

Invocó los demonios de la tierra

para calmar su sed del absoluto

este curioso asceta disoluto

("el hombre más malvado de Inglaterra");

dilapidó cuantiosos patrimonios,

arruinó vidas, repartió locura

para anudar su singular, oscura

alianza terrenal con los demonios.

Y su persona misteriosamente

incólume salió del peligroso

trato con esas fuerzas abismales,

y llegó a la vejez tranquilamente,

para hundirse (supongo) venturoso

en las rojas tinieblas infernales.

 

 

Vlad Tepes

 

Sangre y polvo,

habitaciones con olor de muerto

y flores muertas,

que no se acaban nunca;

helados infinitos corredores;

prodigiosas murallas de dos metros de ancho

alertas al ataque de los turcos,

que espera el Conde; y vaga por pasillos mohosos,

pasando indiferente ante espejos inútiles

que no reflejan su capa morada,

ni sus uñas vetustas,

ni su mirada muerta,

ni su cólera por no poder morir.

El pacto que hizo con el Gran Embustero

para alcanzar victoria y vida eterna

y enemigos empalados en vida

le retiene clavado

a esas piedras grisáceas.

Todo dolor y odio y pesadumbre,

sin caminar, desplaza su destrozado cuerpo

en el ámbito inmenso del castillo;

híbridos de mujer y de diablo

emiten carcajas estentóreas

desde el fondo de una locura negra sin remedio.

Hace ya tiempo que no hay Imperio Turco,

y Vlad Tepes lo sabe;

pero el Ángel Caído

no renuncia jamás a sus derechos,

y Vlad firmó con sangre,

y cada noche hay una joven menos,

un niño menos

en los pueblos vecinos.

Y no hay cruz con poder sobre la tierra

para librar a Vlad Dracul, eterno

prisionero en las ruinas espantosas

y cansado.

Emitiendo en su tumba, quedamente,

el llanto peculiar de los vampiros.

 

Elías Fernando Gómez García © 2003

 

cerrar