Sobre El extranjero, Albert Camus (1942)
He's a real nowhere man
Sitting in his nowhere land
Making all his nowhere plans for nobody
Doesn't have a point of view
Knows not where he's going to
Isn't he a bit like you and me?
Nowhere Man
(John Lennon, Paul McCartney)
Albert Camus (Argelia,
1913 - Francia, 1960), Premio Nobel de Literatura en 1957, fue novelista,
dramaturgo y ensayista, además de periodista y filósofo. Alrededor de esta
última disciplina produjo gran parte de su obra, en particular siguiendo la
doctrina existencialista de Jean Paul Sartre (1905-1980), en un momento del siglo XX en el
que las guerras mundiales habían producido un profundo sentimiento de
incredulidad y pesimismo hacia las instituciones sociales, y hacia el sentido
de la vida en general – que se considera vacío -, y sus valores, considerados
insuficientes, inexactos, e inútiles. Todo aquello en lo que hasta entonces se
creía y se valoraba parecía avasallado por el clima de violencia en todo el
mundo, y produciéndose un replanteo de ideas y creencias sociales que parecían
imperfectas a la hora de afrontar las dificultades de la época; no estaban “a
la altura de las circunstancias”. Parte de estos asuntos se reflejan en la
novela El extranjero (1942).
Aparte
del argumento de la novela, son los inusuales rasgos de la personalidad del
protagonista de El extranjero,
Meursault, lo que constituye el centro que mayor atención atrae en el relato,
por lo impactante que resultan y por las distintas interpretaciones que ese
carácter puede tener. Este protagonista, apático, pasivo y alienado hombre
argelino, narra, en primera persona, una serie de eventos que van desde el
insensible entierro de su madre, hasta un asesinato (erráticamente enfatizado
por la casualidad), pasando entre
medio por una difusa relación “amorosa”, para llegar a su propia condena a
muerte. Sin embargo, durante todo el proceso nada de esto parece afectarlo.
Sumido
en la más absoluta indiferencia, el protagonista de El extranjero no demuestra mayor interés ni preocupación por
aquello que le sucede ni por las acciones que comete. Siguiendo el mundo tal y
como lo describe este protagonista en la novela, Meursault puede considerarse
tanto como un heroico mártir de la libertad en una sociedad hipócrita, como, en
cambio, una irracional amenaza al resto de la sociedad (que admite, en vano
disimularlo, sus imperfecciones). Pero para comprender al protagonista de la
novela es preciso establecer la relación de su autor con la filosofía
existencialista, pues El extranjero
es una obra en la que Camus intenta recrear las particulares concepciones de
esta filosofía.
Menáge du trois: Camus,
Meursault y el Existencialismo
Albert
Camus, entre otros escritores e intelectuales de la época, produjo parte de sus
obras entorno a las ideas del existencialismo
§ - cuyo
representante más conocido es Jean Paul Sartre -, como eje esencial desde el
cual desarrollar personajes y argumentos que fueran el reflejo de esta
filosofía. La filosofía existencialista del siglo XX puede, brevemente, caracterizarse
como una reevaluación de todos los valores que hasta entonces habían venido
estudiando la filosofía y la religión. Las ideas que estudiaban los filósofos y
los religiosos hasta entonces fueron acusadas por los existencialistas de dar
la espalda al mundo real, ocupándose de nociones muy abstractas y alejadas de
la realidad cotidiana, como el “puro idealismo” o “el cielo”, respectivamente.
Jean
Paul Sartre fue uno de los filósofos de mayor trascendencia en el
existencialismo, tras la II Guerra Mundial, y Albert Camus uno de sus más
importantes seguidores. Su definición del Hombre señala que los humanos son los
únicos seres vivos conscientes de su propia existencia, y así como los objetos
físicos son en sí, el ser humano
también debe ser para él mismo, es
decir que los humanos son los únicos seres que al tener conciencia de su vida
son libres para elegirla de acuerdo a su propia voluntad.
Si
hasta entonces el tema filosófico cuestionaba qué es el Hombre y qué es la
Naturaleza, el existencialismo propondrá que no hay tal “naturaleza” eterna en
el Hombre. La existencia humana precede a cualquier significado que pueda
tener: esto quiere decir que el hombre tiene como deber crearse a sí mismo,
pues su “esencia” no es innata: cada hombres es libre de formarse a sí mismo
según su propia libertad, y no tiene que obedecer ni mandatos religiosos ni
mandatos morales “naturales” que le impongan o indiquen cómo debe ser y cómo
debe comportarse. La noción de un mundo “sin sentido” y “absurdo” surge
precisamente de ésta concepción filosófica, pues el mundo en sí, para los
existencialistas, no obedece a normas morales o éticas universales de ninguna
clase, ni a leyes divinas que le den sentido y respuestas a la vida.
La
falta de una razón para que exista el mundo hace que los existencialistas lo
entiendan como “mundo absurdo”. El hombre está “solo” en el Universo (sin dioses
ni nada que lo justifique) y es absolutamente libre para elegir y construir su
propia vida. Es el único encargado de sí mismo, de construir y sostener un
vínculo con el universo que le de significado a la existencia de lo uno y lo
otro. Esto es en gran parte lo que Meursault, para bien o para mal, va haciendo
a lo largo de la novela con su cuestionamiento al “sentido” de la vida en
general. El hombre es, por lo tanto, un extranjero
en un mundo sin sentido (o sea, sin seguridades absolutas), y esta certeza de
saberse libre en un mundo en el que se nace y se muere sin una razón clara
produce el sentimiento de pasividad, desencanto y absurdo que caracterizan a
Meursault. Esta actitud hacia los demás es, de hecho, la verdadera razón por la
cual es condenado, y no sólo por su crimen:
“Se
había sabido que mi madre había muerto recientemente en el asilo. Se había
hecho entonces una investigación en Marengo. Los instructores se habían
enterado de que yo no había dado pruebas
de sensibilidad el día del entierro de mamá” (Cap. I – Segunda Parte)
La
relación entre el Mundo y el Hombre se establece según esta conciencia del
absurdo de la vida como paso necesario para tener una conciencia clara de
libertad. La vida consciente es la vida libre y ésta se limita, como el
accionar de Meursault, al gusto por el instante presente. No se asume un pasado
ni se proyecta un porvenir. Libre de toda regla, el hombre está libre de toda
elección; todo le está permitido, y aquella vida mecánica de quienes sí creen
en normas (sociales) y en valores (religiosos, como el capellán), se presenta
como una hipocresía social aceptada por el conjunto al que se enfrenta el
protagonista.
Meursault,
por lo tanto, descreído e indiferente ante todo lo que represente una razón,
una causalidad o una coherencia que
motive su vida, sólo le prestará atención a aquello que pueden percibir sus
sentidos. Vive en un mundo material ajeno a nociones abstractas, a las que no
les encuentra sentido. Con María, de tal manera, sólo se relaciona física y no
emocionalmente:
“Un momento después María me preguntó si la amaba. Le
contesté que no tenía importancia, pero que me parecía que no. Pareció triste.
Mas al preparar el almuerzo, y sin motivo alguno, se echó otra vez a reír de
tal manera que la besé.” (Cap. IV –
Primera Parte)
Sólo
tras su charla con el capellán, en la cárcel, este “extranjero” se dedicará a
una introspección de la cual no saldrá tan indiferente:
“(el
capellán) gritó de golpe en una especie de estallido, volviéndose hacia mí:
¡No, no puedo creerle! ¡Estoy seguro de que ha llegado usted a desear otra
vida! Le contesté que naturalmente era así, pero no tenía más importancia que
desear ser rico, nadar muy rápido, o tener una boca mejor hecha. Era del mismo
orden. (...) Quería aún hablarme de Dios, pero me adelanté hacia él y traté de
explicarle por última vez que me quedaba poco tiempo. No quería perderlo con
Dios.” (Cap. V – Segunda Parte)
Reivindicará
sus preferencias y dirá que comprendió a su madre. Así es como finalmente, en
la novela, Meursault logra una cierta “dicha”, producto del conocimiento y
dominio de su destino: ha comprendido, como los existencialistas, que esa falta
de razón en el Mundo lo hace libre a él, y a su manera, ha sido feliz:
“Tan
cerca de la muerte, mamá debía sentirse allí liberada y pronta para revivir
todo. (...) Y yo también me sentía pronto a revivir todo. (...) Me abría a la
tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan
fraternal, en fin, comprendía que había sido feliz y que lo era todavía.” (Cap. V – Segunda Parte)
Dominado
por estos principios existencialistas, el protagonista de la novela entierra a
su madre, trabaja, se enamora, se entretiene, mata (y es condenado) en la más
absoluta indiferencia. Ni el amor, la ambición o la muerte (ajena y propia) lo
motivan. La indiferencia y pasividad del personaje se corresponden con el
estilo narrativo, en tanto que éste es simple, “transparente”, sin metáforas ni
elaboraciones complejas. Sobrio y llano como el personaje, lo escrito se limita
sólo a describir las acciones y pensamientos de Meursault que, como el mismo
texto, carece de matices poéticos o demás adornos retóricos. El estilo de
la escritura de Camus en la novela se
limita tan solo a dar cuenta de los hechos que se van sucediendo, sin utilizar
un estilo provisto de figuras o imágenes ricas o variadas; el trabajado estilo
literario francés tradicional, con su exquisito manejo del idioma y de las
formas, ha transmutado ahora en una llanura hija de la novela de tesis.
La
ausencia de todo tipo de pensamiento creativo, en el protagonista, se refleja
en el liso estilo de escritura por parte del autor. El modo sencillo con que se
ha escrito El extranjero no presenta
ninguna característica particular, excepto la parquedad. Es un estilo que se
asemeja a la “ausencia” misma del protagonista, a su carácter distante en
calidad de “extranjero”. En cuanto a los tiempos verbales, el uso constante del
pretérito indefinido colabora a confundir la perspectiva de continuidad
temporal. La pérdida de la noción del tiempo es evidente desde el principio
mismo de la novela, e incluso la misma edad del “extranjero” no se dice nunca.
“Hoy
a muerto mamá. O quizá ayer.” (Cap. I –
Primera Parte)
“Afuera
declinaba el día y el calor era menos intenso. Por ciertos ruidos de la calle,
que oía, adivinaba la suavidad de la tarde. Estábamos todos allí esperando.” (Cap. IV – Segunda Parte)
Sin
embargo, el único momento en el que aparece una metáfora es en el instante en
el que Meursault asesina al árabe. Siguiendo su indiferencia hacia lo
abstracto, son los eventos físicos y materiales del espacio (los elementos
naturales de la playa) los únicos que parecen afectarlo directamente,
influyendo en sus acciones:
“El
ardor del sol me llegaba hasta las mejillas y sentí las gotas de sudor
amontonárseme en las cejas. Era el mismo sol del día en que había enterrado a
mamá y, como entonces, sobre todo me dolían la frente y todas las venas juntas
bajo la piel. (...) Todo mi ser se distendió y crispé la mano sobre el
revólver. El gatillo cedió. (...) Sacudí
el sudor y el sol. (...) Entonces tiré aún cuatro veces en un cuerpo inerte
en el que las balas se hundían sin que se notara. Y era como cuatro breves golpes que daba en la puerta de la desgracia.”
(Cap. VI – Primera Parte)
El
vínculo entre las acciones de Meursault y los elementos naturales se remarca en
episodios tan relevantes como el entierro de la madre, el homicidio en la
playa, y durante el juicio y la condena.
Meursault: un extranjero
necesario
El protagonista de la novela es un
inadaptado a la sociedad ya que es incapaz de acoplarse a los valores, usos y
costumbres estandarizados por el común de las personas. Es un inadaptado y un
incomprendido. Su ambición es nula porque, en definitiva, todas las opciones le
resultan iguales. Si con su jefe, en el trabajo, deja en claro que no le
interesa progresar ni comprende su iniciativa, y, en absoluta indiferencia, se
niega o es incapaz de percibir las motivaciones ajenas, en el amor, también, María será una mujer
producto otra vez de la indiferencia, del azar. Una ex compañera de trabajo con
la que se encuentra sin buscarla y se mantiene porque sí. También la pasiva
amistad con su amigo Raimundo puede convertirse en complicidad – cuando miente
por él tras la golpiza a la mujer - no por fidelidad sino por el absoluto
desinterés en la verdad.
“<<Usted
es joven y me parece que es una vida que debe de gustarle.>> Dije que sí,
pero que en el fondo me era indiferente. Me preguntó entonces si no me
interesaba un cambio de vida. Respondí que nunca se cambia de vida, que en todo
caso todas valían igual y que la mía aquí no me disgustaba en absoluto.”(Cap. V – Primera Parte)
El extranjero es un
espectador. Es incapaz de demostrar afecto sobre los demás personajes. Sólo es
sensible ante el paisaje, hacia lo material inanimado. Ajeno a las normas
sociales, el protagonista practica en cierta forma una especie de honestidad
“brutal” contra todas aquellas convenciones y mecanismos sociales que se
presentan como absurdos y manipuladores, en una vida que parece no tener
sentido, y en la que el hombre común es una víctima. La muerte de su madre no lo
conmueve más que la pérdida del perro de su vecino Salamano, sobre la que
repara con mayor detalle y conmiseración.
La
arbitrariedad de los jueces que lo condenan, el desinterés y egoísmo de los
abogados, el sensacionalismo de la prensa que se ocupa del juicio, representan
parte de los elementos sociales hipócritas, añejos, visiblemente dañados y
peligrosos. Además se los muestra como irracionales; es así, por ejemplo,
evidente para todos que Meursault es condenado no sólo por matar a un árabe
sino (y sobre todo) por el recuento de sus actos pasados, por testimonios que
refieren que no lloró durante el entierro de su madre o que, al poco tiempo,
iba al cine con una mujer, circunstancias que, además de ser anteriores al
homicidio, lo que verdaderamente se está juzgando, no hacen a un proceso
judicial coherente ni a una administración imparcial de la justicia. Estos
jueces no condenan a un imputado por su crimen sino que lo condenan,
abiertamente, por “ser como es”, o por como ha elegido ser. Por lo tanto, es
posible considerar de manera “positiva” lo que Meursault pone en evidencia,
esta hipocresía general ante la que él se niega a mentir para no caer también
en ella. Como pasivo espectador de la realidad, Meurseault logra una eficaz
denuncia:
“Yo
escuchaba y oía que se me juzgaba inteligente. Pero no comprendía bien cómo las
cualidades de un hombre común podían convertirse en cargos aplastantes contra
un culpable.” (Cap. IV – Segunda Parte)
“Y
el abogado recogiendo una de las mangas, dijo con tono perentorio: ¡He aquí la
imagen de este proceso! ¡Todo es cierto y nada es cierto!” (Cap. III – Segunda Parte)
Su
rebelión ante la mentira general le produce el juicio y castigo por parte de la
mayoría social amenazada por este individuo que se niega a aceptar todas las
convenciones usuales. De este modo, el protagonista de El extranjero sería un héroe de la “sinceridad” y la “verdad”,
inmolado por una sociedad falsa incapaz de tolerar disidentes, es decir,
incapaz de aceptar su propias fallas y su falsedad, aniquilando al héroe que
muere por la libertad que se niega a perder ante la comunidad adversa que
reprime la pureza de sus actos. Meursault sería el producto de una sociedad que
vive según normas y leyes que van contra la propia naturaleza de absoluta
libertad de los individuos; un ser humano atrofiado espiritualmente por la
“falsedad general” (o el absurdo, para los existencialistas) que denuncia en
cierta forma la novela, y sobre la que se hace un llamado de atención. La
intención de su actitud, de su rebeldía, implica un principio de corrección
ante aquello que se “denuncia” como erróneo y falso.
Meursault: el extranjero
impávido convertido en peligroso exiliado
Negativo
en la medida en que Meursault y su actitud exponen el vacío y fragilidad de
aquellas normas sociales que sin mayor rigor ni pericia (sin, en cierto modo,
un verdadero valor) pueden someter a
todos. Pero lo hace rebelándose ante ellos de una forma que por su desinterés y
desidia es igualmente dañina. Si cada uno de los miembros de una comunidad
actuara como Meursault, no habría comunidad, pues cada cual podría disponer de
su vida y de la vida ajena de manera parcial, desinteresada y, llegado el caso
del árabe, de manera cruel y homicida. El “extranjero” no se rebela sino que
más bien obedece tan solo a sus impulsos. Meursault se conduce según sus
necesidades, puramente naturales, al margen del resto; su libertad absoluta se
opone a las normas de convivencia grupal. Así, se convierte en un ser
irrecuperable al que, necesariamente, la sociedad – para sobrevivir como tal –
debe reprimir.
El
“sistema”, o sea, aquella convención de valores, normas y costumbres aceptados
por el conjunto, y a las que Meursault es indistinto, aunque se entiende que como
sistema puede ser imperfecto, sería siempre necesario para la vida en sociedad.
Meursault, en esta perspectiva, no produce ninguna intención de corrección sino
más bien de pura automarginalización. Puede decirse que, siendo fiel sólo a sus
instintos dentro una sociedad organizada (que para convivir debe controlarlos),
él se convierte, además de en un “extranjero”, en un “auto exiliado”, pues deja
de ser extraño a los valores y normas
comunes, para convertirse ya en un ser abiertamente opuesto a esos valores y normas, y en consecuencia, también opuesto
al resto de las personas.
La
novela no resuelve si el protagonista es mejor o peor que sus jueces, pero sí
explicita que, como herramienta filosófica, el existencialismo puede aportar
una nueva perspectiva sobre un mundo en el que los valores sociales y religiosos,
respectivamente representados en un proceso penal y en un capellán, pueden ser
revistos a la luz de circunstancias que parecen colmarlos y reclamar mayores y
más efectivas respuestas o alternativas.
En
la novela, para resumir, todo se traduce de manera literaria en un estilo
narrativo sin mucha elaboración y, filosóficamente, en el hundimiento en el
absurdo de una vida sin razón ni sentido. Escrita en la década del `40 del
siglo pasado, del milenio pasado, las situaciones que plantea son perfectamente
entendibles y trasladables a la actualidad. Ignoro si esto habla bien de la
agudísima capacidad literaria y de observación de Albert Camus, o si habla,
además, muy mal de la Humanidad y su – en principio - cuestionable concepto de
progreso.
Nicolás Alejandro Valdés Mavrakis. Diciembre 2003 ®
§ Las ideas generales sobre qué es el
Existencialismo son tomadas de: Gaarder,
Jostein. “Nuestra época ...el hombre está condenado a ser libre...”, en El mundo de Sofía, Madrid, Ed. Siruela,
1994