Análisis de un cuento de
“Manuscrito hallado en una botella”
(1833)
El
siguiente trabajo intentará demostrar cómo, de entre los recursos textuales
presentes en este cuento, el autor, Edgar Allan Poe, utiliza la puntuación para delimitar tres claros
segmentos del relato con distintas particularidades y sentidos en cada uno de
ellos, generando una polifonía donde cada género discursivo obtiene, en gran
parte mediante la puntuación, un sentido específico acorde a la intensidad de
lo narrado, y cómo, en especial, utiliza la puntuación en el último de estos
tres segmentos polifónicos para producir el efecto de sentido final del cuento,
que es la perdición física -pero antes racional- del enunciador.
Esta
fragmentación del relato mediante la puntuación será en el desarrollo del
cuento directamente proporcional a la “fragmentación” del enunciador - de la
mente del enunciador -a medida que transcurre la historia y ésta escapa del
entendimiento del protagonista.
Por fragmentación se entenderá en este
trabajo a la utilización de los signos de puntuación: punto y seguido, punto
y aparte y puntos suspensivos, que señalan una clara pausa al final de un
enuncidado, o su interrupción1, es decir, la fragmentación textual
del discurso a través del cuento. Los restantes signos de puntuación (coma, punto y coma, dos puntos,
interrogación, exclamación, paréntesis, corchetes, raya o comillas) no
serán analizados sino de manera general en el último párrafo del texto, que es
donde más signos de puntuación confluyen para generar efecto.
Por segmentación
se entenderá la división de las distintas partes del texto según la puntuación
como delimitadora del tipo de narración -polifonías- y de distintos momentos
claramente distinguibles del relato.
El relato
seleccionado, “Manuscrito hallado en una botella”2, narra,
resumidamente, los episodios que le suceden al protagonista, un hombre que ha
abordado una embarcación que, en medio de una terrible tormenta, zozobra. Así
pues, tras permanecer a la deriva durante un tiempo, el protagonista logra
abordar otro barco habitado por extraños y antiguos marineros casi
fantasmagóricos, que lo ignoran, y con quienes termina zozobrando también de
manera aparentemente final en las costas del Polo (Norte).
Para el
análisis de la puntuación en el cuento y cómo tal recurso ha sido utilizado
para generar diversos sentidos y caracterizaciones del enunciador, así como sus
modalidades, el cuento ha sido dividido en párrafos. El relato en su totalidad
abarca 27 párrafos, y pueden distinguirse claramente en él tres segmentos: el
primero -introducción- consta de un solo párrafo; el segundo -nudo-
empieza en el párrafo dos y termina en el trece; el tercero -desenlace-
que abarca desde el párrafo número trece hasta el final.
Primer
segmento (o introducción) :
En la introducción al relato el
enunciador establece ante el enunciatario sus pautas y su rica formación
intelectual, en un solo párrafo que
condensa desde la niñez hasta el momento de la enunciación. Este primer
segmento del cuento es el más “compacto” de los tres, lo que produce la idea de
una brevedad y concisión tal -en un solo párrafo, es decir, mediante el uso
sólo del punto y seguido-, que se
perciba la idea de un hombre maduro y razonable capaz de relatar de forma
acabada una síntesis clara, objetiva y cabal de su vida, aún ante el evento
sobrenatural que le toca vivir. El restringido uso que Poe hace del punto y aparte en esta introducción al
relato hace intuir que, aunque en ningún momento se especifica la edad del
protagonista, el enunciador es un hombre maduro y con una rígida formación
intelectual capaz de resumir en pocas y claras palabras su vida pasada y su
actual estado. Tal presunción se apoya también en este primer párrafo sobre las
constantes marcas que hace el enunciador, referidas a numerosos pasos de años,
y a ciertos rasgos de “trascendencia” a través de los mismos.
El párrafo
es de tipo confesional, pero también
es de tipo argumental, puesto que el
enunciador expone sus conocimientos para persuadir al enunciatario de que lo
que narrará es cierto, y que no está loco. Para tal efecto, se recurre a marcas
deícticas de “terceridad”, que avalan y aprueban, ante el enunciatario, al
enunciador (su “trascendencia” o el valor serio de sus palabras):
“Se me ha
reprochado a menudo la aridez de mi inteligencia, imputándoseme como un crimen
la falta de imaginación; el pirronismo de mis opiniones me ha dado fama en todo
momento”.
El
enunciador atrae al discurso propio fragmentos de otro, que le sirvan para su
propia argumentación.3 La generalización en cuanto a quién pertenece
ese enunciado y que además la marca deíctica sea plural -“me han”- connota no
sólo una importante relevancia del enunciador, obtenida a lo largo de su vida,
sino también el reconocimiento de la “experiencia positiva de una inteligencia
para la que los ensueños de la fantasía son letra muerta y nula”, frase con la
que se cierra el primer párrafo, antes del primer punto y aparte del cuento.
El
enunciador aparece en primera persona, hablando sobre sí mismo, a la manera en
que se compone una narración de tipo autobiográfica
o de tipo memoria; tal es el rasgo particular de esta primera parte del relato
dentro de la polifonía general del mismo:
“De mi
país y de mi familia poco tengo que contar. Un trato injusto y el paso de los
años me alejaron del uno y me distanciaron de la otra”.
El enunciador narra interioridad con
respecto a un otro, el enunciatario (tú).
Las marcas deícticas en cuanto a verbos conjugados pueden reconocerse de dos
tipos: verbos en pasado y verbos en presente. Los verbos en pasado hacen, en su
mayoría, referencia a la formación intelectual del enunciador; tal formación es
de tipo científico-positivista. Los verbos en presente, en cambio, actúan generando
el suspenso de la trama, contrastando con los verbos en pasado. De hecho, el
segundo verbo en presente del cuento es “temer”.
“El
estudio de los moralistas alemanes me ofreció un placer muy superior a
cualquier otro”
“Mi
patrimonio me permitió recibir una educación esmerada, y la tendencia
contemplativa de mi espíritu me permitió el ordenamiento metódico de los
conocimientos acumulados en mis años de estudio”.
En la
segunda de las oraciones citadas aquí también hay presentes marcas temporales
que dan a entender un pasado no inmediato, por lo que aunque la edad del
enunciador nunca se revela, sigue intuyéndose que se trata de alguien maduro.
Marcas semejantes, que impliquen el correr de varios años, están presentes
también en todas las otras oraciones citadas de esta primera parte del relato.
Los verbos en presente aparecen poco
antes del primer punto y aparte, por
lo que están vinculados a la primera puntuación del relato; en los dos
siguientes segmentos del cuento los verbos en presente abundarán en la medida
en que abunde la puntuación - que delimite párrafos -, ya que progresivamente
el enunciador también irá padeciendo la fragmentación de su inteligencia
racional positivista, a medida que crece la tensión en el cuento, hasta el
hundimiento final.
“...
temo que mi predilección por la filosofía física haya impregnado mi mente...”
“...
nadie está menos expuesto que yo al peligro de salirse de los rígidos límites
de la verdad...”
El
primer segmento del relato consta sólo de un párrafo de treinta líneas; es el
más breve de todos los segmentos. En este punto de la historia, el enunciador
se dispone a escribir los sucesos; al momento inicial del relato, según la
hipótesis de este trabajo, la integridad intelectual del enunciador aún se
mantiene rígida y uniforme, no está fragmentada,
como empezará a estar durante los subsiguientes fragmentos del cuento. De ahí
que esta introducción conste tan solo de un
párrafo, del que se puede descifrar la conformación de un enunciador maduro y
con una formación intelectual rígida y científica capaz de narrar su vida y
asimilar de manera concisa su actual estado, en una modalidad entre confesional
y argumentativa-persuasiva, donde el recurso de la puntuación en su única forma
de punto y seguido ayuda a producir
tal efecto de sentido gracias a la economía de oraciones, en un solo párrafo no
fragmentado y, entonces, en relación directa con la mentalidad - en este
momento de la narración - del enunciador y la intensidad de los sucesos.
Segundo
segmento (o nudo):
La segunda parte del cuento consta de
once párrafos. Es notoriamente mayor que el primer segmento, pero menor que el
tercero, donde el enunciador fragmenta el enunciado de una manera mucho más
intensa, ya que aquello sobrenatural que narra está claramente más allá de su
comprensión (caracterizada según la puntuación y otras marcas que apoyan esta
hipótesis en el segmento anterior).
La
fragmentación del relato en este segmento es ordenada, acorde a la sucesión
temporal de lo narrado; el enunciador relata cómo abordó el barco original,
utilizando deícticos de tercera persona del plural para referirse a sí mismo y
al conjunto de acompañantes que navegan con él.
“Nuestro
barco era un hermoso navío de unas cuatrocientas toneladas” / “Partimos con
poco viento a favor”
La
puntuación -punto y aparte- distingue
claramente los distintos sucesos de la narración, que deja de ser confesional -argumentativa
y se convierte en una narración
protagonista, en la crónica del
viaje inicial y el primer naufragio. Tal es la segunda polifonía del cuento.
El
enunciador utiliza deícticos de primera persona, en cambio, cuando comienza a
referirse a los sucesos extraños.
“Pronto
me llamó la atención el color rojizo (...) y la extraña apariencia del mar”.
De nuevo
la puntuación distingue dos sucesos distintos; por un lado los verbos en pasado
relatan lo ocurrido, pero tras un punto y aparte (párrafo seis del segundo
segmento) se utiliza un verbo en presente (“me resulta imposible decir por qué
milagro...”) que interrumpe en la narración la sucesión de eventos que, aunque
extraños, el enunciador sí pudo
comprender (o al menos establecer explicaciones medianamente satisfactorias).
Los
últimos cuatro párrafos del segundo segmento 4 tienen en comparación
con los otros párrafos de la misma parte una mayor intensidad en la puntuación
-punto y aparte, punto y seguido-,
donde tal fragmentación del enunciado surge a la par del temor e incomprensión
del enunciador, y también a la par de la tensión en el relato, pues narra el
episodio en que el protagonista logra subirse al segundo navío y cómo todo es
tan extraño e incomprensible allí. La puntuación delimita párrafos más breves
en comparación con los restantes del mismo segmento, resaltando de una manera
más obvia la creciente “intranquilidad” del enunciador, en comparación con la
mayor serenidad ordenada y metódica del único primer párrafo en el primer
segmento del cuento. Frases como “no sé qué repentino dominio se apoderó de mí”
(de estos últimos cuatro párrafos, el primero); “la confusión reinante” o “no
sabría por qué lo hice” (en el segundo de los cuatro); “me producía tanta
extrañeza” (en el tercero); “hacer uso del escondrijo” o “no pude verle”
(en el cuarto) son frases que hacen a la fragmentación de la racionalidad
inicial del enunciador -que ya no es capaz de asimilar todo lo que ocurre- y
aparecen tras la paralela fragmentación del enunciado, es decir, tras la
utilización del punto y aparte y el punto y seguido.
Tercer Segmento (o
desenlace):
La última parte del cuento tiene quince
párrafos. Es la parte que más fragmentación -en especial puntos y aparte- presenta. En este segmento la intensidad de la
puntuación es directamente proporcional a la intensidad del relato, que crece
hasta llegar al final. Tal fin es develado en las dos últimas oraciones, que
son las que mayor fragmentación presentan en todo el tercer segmento y en todo
el cuento.
Estos quince párrafos tienen en general
diez renglones cada uno -según la edición utilizada para este trabajo-, siendo
párrafos breves. De estos párrafos breves, el último es el que
proporcionalmente tiene una mayor fragmentación, ya que es un párrafo de doce
renglones y seis oraciones, donde el efecto de brevedad procura generar el
mayor sentido de intensidad en el relato, en especial tratándose del final.
Dice Poe:
Sólo
cuando no perdemos de vista el desenlace, podemos dar al argumento la semblanza
indispensable de consecuencia o causalidad, haciendo que los incidentes, y
especialmente el tono, contribuyan en todo momento al desarrollo de la
intención. (...) La brevedad debe estar en relación directa con la intensidad
del efecto buscado, aun cuando con una condición: y es que cierto grado de
duración se requiere para la producción de cualquier clase de efecto. 5
La puntuación como fragmentación del
enunciado también opera como fragmentación de la integridad mental del
enunciador; pues aunque éste no llega a “enloquecer”, sí es -en este punto del
relato- incapaz de comprender de manera clara y racional qué es lo que sucede.
Se establece una clara diferencia entre el enunciador y el enunciado en el
primer y en el último segmento del cuento. Mientras que, en el primero de
estos, el enunciador se jactaba de su formación científica positivista, en un
sólo párrafo perfectamente sereno y compacto, acorde a su “centralidad”
inicial, ahora, en el último segmento, la comprensión científica positivista
del enunciador se encuentra superada, y tal descomposición del enunciador -de
su “positivismo”- se refleja en la descomposición -fragmentación- del
enunciado. Es mediante la puntuación que tal fragmentación se expresa en una y
otra manera en el texto.
El punto y aparte distingue de manera muy
clara en este segmento del relato una polifonía distinta, semejante a un diario del enunciador 6. Cada
párrafo está claramente distanciado del otro mediante un doble espacio en
blanco 7, lo que indica una distancia temporal entre párrafo y
párrafo o, podría decirse, entre “entrega y entrega” del diario del narrador.
El enunciador sólo puede llegado este momento describir, pero no comprender.
Los verbos que aparecen son conjugados
en presente cuando se refieren al miedo y a la incomprensión del enunciador
sobre su situación, y abundan en cada uno de los párrafos, en especial cuanto
más se aproxima el final de la historia. Líneas como “Un sentimiento para el
cual no encuentro nombre”, “sensación que no admite análisis”, “¿todas estas
cosas ocurren por un azar ingobernable?”, “puedo percibir lo que el barco no
es...”, “miro a mi alrededor, me siento avergonzado...”, “se precipita al
abismo”, “es absolutamente imposible concebir el horror de mis sensaciones”, se
suceden en cada uno de los párrafos,
y el uso de la puntuación para remarcar un estado de otro siempre se incrementa
a medida que se avanza en el relato.
Finalmente en el último párrafo del
tercero de los segmentos distinguidos para el análisis se encuentra la mayor
cantidad de signos de puntuación, produciendo el más intenso sentido de
fragmentación de lo narrado y de la comprensión del enunciador. En los seis
renglones de este párrafo se encuentran signos de puntuación del tipo punto y seguido, exclamación, puntos
suspensivos, y el punto final.
Tales recursos operan en el final produciendo el sentido de absoluta desazón
del enunciador, y además mediante las permanentes fragmentaciones del enunciado
se puede deducir que tal está siendo escrito en el mismo momento en que se
produce el naufragio último. Tanto el barco como el enunciador llegan al
“ocaso”: uno se hunde y otro ya es incapaz de comprender y describir:
“¡Horror
de horrores! (...) Me queda poco tiempo para pensar en mi destino. Rápidamente
se están reduciendo los círculos..., nos precipitamos en el torbellino... y
entre el rugir, el bramar y el tronar del océano y de la tempestad el barco se
estremece... ¡Dios mío..., se hunde!”
En estos últimos renglones también se
menciona que el barco, antes de zozobrar, está girando vertiginosamente en
enormes círculos concéntricos, que rápidamente se van reduciendo. De esa imagen
de círculos concéntricos vertiginosos -tipo espiral que fuese cerrándose- y por
la puntuación, también puede notarse una relación entre la reducción cada vez
más rápida de los círculos y la puntuación cada vez más “vertiginosa” del
relato.
Tales
son los efectos que Edgar Allan Poe le inflinge al texto mediante el recurso de
los signos de puntuación. La puntuación a lo largo del cuento diferencia tres
diversos tipos de discurso y, en especial, va generando un sentido de
fragmentación gradual y el final ocaso de la mente y vida del protagonista. La
gradación en el uso cada vez más intensivo de la puntuación permite percibir
tal desarrollo progresivo, a la vez que transmite la intensidad terrorífica de
lo que se narra, a través de cómo el protagonista va siendo capaz –o incapaz–
de narrar.
Hay además
otras marcas en el texto que contribuyen a suponer que el enunciador es un
hombre de edad avanzada, pues además de los rasgos que se exponen en el primer
segmento del cuento, en el tercero puede leerse “durante toda mi vida me han interesado
mucho las antigüedades y me quedé embelesado con las sombras de las columnas
rotas de Baalbek, de Tadmor y de Persépolis”, y también “...me viene a mi
memoria un curioso dicho de un viejo lobo de mar holandés...”, señales al menos
de una vasta experiencia en distintos ámbitos de la vida del enunciador -su
familia, el estudio, viajes, el mar - que presuponen que tal debe ser
medianamente extensa.
Además, en el texto se utiliza la
referencia a las olas cuando el narrador supone estar cerca de una muerte
violenta. En la pág. 128 de la edición utilizada puede leerse “pereceríamos
en el tremendo oleaje”, u “olas tan grandes como montañas se precipitaban para
aniquilarnos” (pág. 129) entre otras referencias al oleaje directamente
vinculadas a la muerte violenta del protagonista; por otro lado, cuando se
utiliza el término “corrientes” - corrientes marítimas - también se hace
referencia a la muerte, pero a una muerte progresiva, “ordenada” y no
violenta, como si fuese un camino ineludible hacia el destino final: “estamos
destinados a rondar siempre por el borde de la eternidad, sin precipitarnos
finalmente en el abismo. (...) El barco está sometido a la influencia de una
fuerte corriente...”.
Tal
corriente hacia el final -la muerte- sería aquello que buscan los marineros
“fantasmas” del barco y lo que, en realidad, siguiendo la idea que se desprende
del texto -el enunciador es un hombre mayor- también debe encontrar
inevitablemente el protagonista del relato. La degradación – entendida tal como
la fragmentación cada vez mayor del texto y por ende de las posibilidades de
raciocinio del enunciador– coinciden con la gradual degradación –física y
mental- de una persona a lo largo de toda su vida, hasta que finalmente muere.
De ahí que Cortázar cite una frase sobre este cuento, atribuida a Jorge Snell,
quien dice ver en este cuento: una
parábola del paso del hombre por la vida. 8
La vinculación de “Manuscrito hallado en
una botella” con la muerte, en cuanto a la realidad de Edgar Allan Poe, es
posible, pues tal relato fue escrito en 1833 -valiéndole un premio literario de
cincuenta dólares-, año que coincide con la muerte de John Allan, padrastro de
Edgar. 9
B i b l i o g r a f í a :
1
Arnoux, Elvira Narvaja de; Di Stefano, Mariana; Pereira,
Cecilia; “La puntuación: del pasado al presente”, en La lectura y la
escritura en la universidad, Bs. As., Eudeba, 2002, pp.140-154.
2
Poe, Edgar Allan; “Manuscrito hallado en una botella”, en Cuentos
de intriga y terror, Colombia, Ed. Nuevo Siglo, 1994, pp. 124-138,
traducción de Club Joseph.
3
Arnoux, Elvira Narvaja de; Di Stefano, Mariana; Pereira,
Cecilia; “La argumentación”, en La lectura y la escritura en la universidad,
Bs. As., Eudeba, 2002, pp.49 y siguientes.
4
Ídem 2, pp. 130-132.
5
Poe, Edgar Allan; La filosofía de la composición,
México, Premia Editora, 1986, pp. 9 y 13, traducción de Reylés Carlos María.
6
Ídem 2, pp. 132-138.
7
Ïdem 2, pp. 132 y siguientes.
8
Cortázar, Julio; “Vida de Edgar Allan Poe”, en Obra
crítica / 2, Madrid, Ed. Alfaguara, 1994, pág. 335.
9
Poe, Edgar Allan, “Cronología”, en Cuentos, España,
Biblioteca de La Nación, 2000, pág. 16, a cargo de Macdermott Doireann.